De nuevo un homenaje a "Liberty bar", de Simenon.

Hace ya algunos años, en concreto el 9 de mayo de 2007, nacía Liberty. El nombre era un homenaje a la mejor novela de Simenon sobre Maigret, Liberty bar. Luego, ya casi al final, cambió el nombre por el de JAJA, un personaje entrañable de dicha novela. Y, más tarde, Liberty/JAJA desapareció, era abril del 2009: "Hasta... ¿pronto, nunca, siempre?" se despedía entonces con cierto amargor en el alma: "muchos lectores que tienen otros blogs", muchos escritores que enviaban sus libros, algunas editoriales que también lo hacían (había días en que Liberty recibía más de 100 visitas)... dejaron de existir, ya no enviaban, ya no escribían, ya no existían...

Hoy (noviembre 2012) vuelve, con otra dirección (en-liberty.blogspot.com) pero con el fin de recuperar alguno de los textos que allí se publicaron. Y algunas cosas más. Pero haciendo tabla rasa de aquellos años.

Enrique Bienzobas

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lunes, 31 de diciembre de 2012

Vidocq, entre el mito y la realidad




Cuarta parte:
Detective privado

En 1832 abandona la policía. En realidad es Gisquet, prefecto entre 1831 y 1836, quien le invita a salir de ella, a él y a todos los demás que habían sido delincuentes: “La natural y lógica repugnancia que tenían los prefectos y aún los empleados superiores para tratar con los hombres de esta brigada e iniciarse en los detalles de sus actuaciones, dejaba la dirección totalmente en manos del jefe que la conducía, sin ningún otro control”. Como resultado elimina la brigada dirigida por Vidocq y expulsa de la policía a todos los ex ladrones.
Eugène François no se amilana, sabía demasiadas cosas como para dejarlas pasar. En 1833 crea la primera agencia de detectives conocida en el mundo: Boureau de Renseignements Universels dans L’Intérêt du Commerce, diecisiete años antes de que Alla Pinkerton y el abogado de Chicago Edward Rucker fundaran la North-Western Police Agency, transformada posteriormente en Pikerton’s National Detective Agency.
La Agencia tiene un éxito inmediato, llega a reunir más de veinticinco mil fichas de delincuentes estafadores, al año de existencia cuenta con más de ocho mil clientes. Sus éxitos son tan rotundos y brillantes que un año después cuatro mil clientes firman un documento que les facilita el propio Vidocq a fin de limpiar el nombre que la policía trata de oscurecer.
La policía, en lugar de buscar métodos seguros y eficientes para cumplir con su labor, se dedica a perseguir a Vidocq. El 19 de diciembre de 1837 es detenido acusado de estafa y abuso de confianza. El caso es archivado y Vidocq puesto en libertad el 3 de enero de 1838. El 17 de agosto de 1842 es vuelto a detener, esta vez acusado de detención ilegal, secuestro de personas y estafa. Su caso se ve entre el 3 y el 5 de mayo de 1843. Vidocq es condenado a cinco años de cárcel y otros cinco de libertad vigilada. La sentencia es recurrida y el nuevo juicio se celebra el 22 de julio del mismo año. Vidocq es absuelto de todos los cargos. Queda en libertad después de once meses en la cárcel a donde fue llevado en brazos de las envidias policiales.
Vidocq sabe aprovechar todo esto en beneficio propio: ahora la Justicia ha tenido ocasión de examinar hasta el más pequeño engranaje de mi negocio, y ha comprobado su eficacia y su moralidad. Y su Agencia crece y se extiende por varios países además de Francia. Sin embargo Vidocq va dejando las labores a otros y se dedica a viajar con algo parecido a un teatro. En 1845 lleva a cabo una exposición en Londres, en la Cosmorama de Regent Street, con un número musical en el que aparece con varios disfraces y donde también exhibía una especie de museo.

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miércoles, 26 de diciembre de 2012

El clavo, una "causa célebre"


Foto tomada de la página

El clavo, primera historia policiaca española

Es muy probable que Pedro Antonio de Alarcón se inspirara, como dice Colmeiro, en la obra de Hipólito Lucas titulada Le Clou, histoire fantastique, publicada en 1843 en el Almanach Prophétique como una ”Causa Célebre”. En dicha obra Hipólito Lucas emplea los elementos básicos (el clavo, la calavera, la visita al cementerio…) que serán recreados literariamente por Alarcón.
También es muy probable que Poe influyera en Alarcón, de lo cual se ha hablado mucho. Lo mejor al respecto es que el lector interesado acuda a la obra de Colmeiro: José F. Colmeiro, La novela policiaca española. Teoría e historia crítica. Editorial Anthropos, Barcelona, 1994 (Págs. 89-96).
El clavo es una “causa célebre”, una historia que, como decía Emilia Pardo Bazán, eran “del dominio general”, casos reales  contados a viva voz al amor de la lumbre en las frías noches de invierno. Causa célebre que Alarcón enriqueció con su aportación literaria. Algunos la consideran una “obra menor”, yo creo que el texto está perfectamente elaborado, con un crescendo en tensión donde el misterio se va complicando, donde se nos muestran los ambientes típicamente románticos, con unos diálogos muy bien estructurados… ¡En fin! Es una “causa célebre” bien llevada al mundo de la literatura.
Hay muchos elementos afines a Los crímenes de la calle Morgue de Poe. El narrador de Los crímenes… es un individuo que interviene en el relato pero de forma secundaria, es un testigo presencial, que procura dar una visión objetiva de los hechos que no aclara más de lo que ve. En El clavo el enamoradizo Felipe, apenas si está dibujado ligeramente, es un narrador que "se limita a servir de instrumento en la mecánica del cuento". En Los crímenes... el ambiente es tétrico y misterioso, algo fantástico. En El clavo el ambiente es fantástico y cargado de misterio. Los crímenes... se inician con una reflexión sobre el razonamiento, sobre la inteligencia analítica convertidos en puro placer para aquel que la practica. El clavo se inicia con una reflexión, un deseo, sobre los compañeros de viaje que uno no elige cuando emprende un largo recorrido en diligencia, habiendo un placer comparable a la reflexión analítica, cual es estar acompañado "de una hermosa compañera de viaje; por ejemplo, una viudita de veinte a treinta años". El azar y el misterio se dan la mano, unidos a la “inteligencia analítica”, para resolver los dos casos.
Con todo El clavo es un magnífico cuento. Extraordinariamente planteado y maravillosamente resuelto. Tres personajes son los principales: El juez Joaquín Zarco, Felipe el narrador, y Ella. Ella es en realidad tres ellas. Por orden de aparición: Mercedes de Méridanueva, la dama elegante que acompaña a Felipe en el viaje de Granada a Málaga, aunque éste no sabrá su nombre hasta más tarde. Otra es Blanca, el amor de Zarco. La tercera es Gabriela Zahara del Valle, la figura más trágica de la narración. Las tres son la misma y las tres se muestran en su verdadera y clásica tragedia de la que no pueden huir por más que lo intentan. Es su destino. Su final no puede ser de otra manera en la narración conservadora del siglo XIX.
Los diálogos son fluidos y, aunque a veces, bajo la influencia del periodista y escritor francés del siglo XIX Jean Baptiste Karr, demasiado cortos, son muy divertidos. A veces incluso están planteados todos seguidos los de una persona y luego las respuestas
"- Va usted bien?
- Se dirige usted a Málaga?
- Le ha gustado a usted la Alhambra?
- Viene usted de Granada?
- Está la noche húmeda!”
A continuación están las respuestas también encadenadas de la compañera de viaje:
- “Gracias
- Sí
- No, señor
- Oh!
- Pchís!”
Otras veces los diálogos son más profundos y "serios" como cuando se vuelven a ver, después de mucho tiempo, Felipe y el juez Joaquín.
El cuento está planteado de manera que poco a poco los lectores vamos sospechando lo que está pasando. Sobre todo después de la narración del juez en la que explica a Felipe su encuentro con Blanca y sus amores frustrados. El lector, en un limpio y puro fair play, va uniendo datos para llegar a la conclusión de que ella son las tres personas en una misma y, si en un principio, se le achaca criminalidad, poco a poco, también, vamos viendo lo trágico de la situación. Además todos sabemos, intuimos, a qué ha ido el juez después de la sentencia a muerte, aunque el perdón llegue tarde. Mejor, tarde no, llega trágicamente tarde, unos segundos tarde. Esa es la historia de Mercedes-Blanca-Gabriela: la de llegar tarde a su propio destino.
Una causa célebre convertida por Alarcón en un cuento extraordinario que, aunque nos recuerde los extraordinarios de Poe, no quita para saber que estamos ante una bella narración. Tradicionalmente es considerada como la primera narración policíaca de la literatura española.
PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN: La Comendadora, El clavo y otros cuentos. Edición de Laura de los Ríos. Ed. Cátedra. Col. Letras Hipánicas, 27. ISBN: 84-376-0045-6. 286 Págs.
Hay, entre otras, una edición en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes


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Vidocq, entre el mito y la realidad




Tercera parte:
De ladrón a policia

Su llegada a la policía es una auténtica revolución. Son años en los que la gran burguesía ya está asentada en el poder, de la mano de Bonaparte. Años en los que la delincuencia, tanto en provincias como en París, está experimentando un fuerte desarrollo y en los que los burgueses necesitan seguridad para llevar a cabo sus negocios. Por eso, aunque no les guste que un ex delincuente dirija la policía, miran hacia otro lado al comprobar que es efectiva. Vidocq desarrolla un auténtico programa policial. Revela los métodos, costumbres, hábitos y vestidos de los delincuentes; propone medidas para evitar el fraude, da a conocer las estrategias de los ladrones y lleva a cabo una clasificación de los forajidos, señalando públicamente a los más importantes. Todo ello con el fin de que la corrupción se vea disminuida, que los atentados contra la propiedad (emblema burgués) sean más raros y que la prostitución deje de ser una consecuencia obligada de ciertas posiciones desagradables. Y, como hasta ese momento, dice Vidocq, las policías han sido montadas no con miras al bien general sino (…) por cuenta del primer llegado que dispone de los dineros del tesoro, pretende realizar una trasformación total. No es extraño, pues, que toda la policía se ponga en su contra.
Además del programa que llevó a cabo en la policía, Vidocq introduce un nuevo método en la investigación criminal. Fue el primero en decir aquello de que en la escena del crimen todo debe ser mirado bajo el microscopio. También fue el primero en llevar a cabo la elaboración de unos moldes para las huellas de los pies y en controlar y almacenar las huellas de las manos. Llevó a cabo estudios de balística y realizó los primeros retratos robots, buscando memorizar los rostros de los delincuentes, por útlimo, desarrolló las técnicas de vigilancia. Inventó una tinta que no se podía borrar, además de un papel de difícil falsificación –la primera vez que estuvo fuera de la policía, de 1827 a 1830, montó una fábrica de papel (fue un fracaso entre otras cosas porque los clientes exigían un precio mas barato que a otros por emplear a ex delincuentes), que fabricó dicho papel-. Además fue creando un fichero de todos los delincuentes con los que se tropezaba. Todo esto lo plasmó en un manual de uso interno de la Sûreté.
Los otros policías no ven con buenos ojos la labor de Vidocq y, en muchas ocasiones, intentan boicotearla. Para comprobar cómo se ríe de los policías es suficiente una anécdota. El prefecto de policía, Sr. Henry, comenta a sus subordinados que deben arrestar a todo un grupo de malhechores que se reúne en un cabaret llamado Denoyez. Uno de los oficiales propuso entonces llevar a todo un batallón. Vidocq le dice al prefecto que con ocho hombres suyos era suficiente, el Sr. Henry aceptó. Vidocq entra solo en el cabaret, manda parar la música y grita: “¡Yo soy Vidocq!”. Salen las mujeres y cuando lo hacen los hombres son señalados uno a uno con una tiza. Afuera están sus ocho ayudantes que los van metiendo en los furgones. Treinta y dos malhechores son detenidos sin esfuerzo ninguno. Sus métodos ponen en ridículo a los otros policías, los cuales le acusan de conocer previamente el delito para esclarecerlo luego de forma rápida.
Con la Revolución de julio de 1830 vuelve a la policía. Había solicitado la baja por desavenencias con los ultramonárquicos protegidos de Carlos X. Al principio, bajo el nombre de Lauret, dirige clandestinamente a la Brigada de Seguridad, hasta que el 31 de marzo de 1832 es nombrado jefe de Seguridad. Vidocq es un bonapartista y defiende los derechos de la burguesía. Quiero que triunfe un derecho que no atañe solamente a mi interés personal, sino que alcanza a las alturas del interés público. Porque se trata de la primera y de la más sagrada de las garantías: la que defiende y protege la libertad individual. Le falta hablar de la propiedad privada, pero la defenderá con su agencia de detectives. Por eso, cuando en junio del 32 estalla una insurrección popular, él, al frente de varios grupos de policías, dirige las acciones protegiendo la prefectura de la policía de las iras revolucionarias, logrando mantener a Luis Felipe en el trono. Luego, sus adversarios –a la vez que enemigos de Luis Felipe-, dirán que el rey ha sido salvado gracias a los bandidos.

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martes, 25 de diciembre de 2012

Los orígenes de la novela policiaca







Quinta parte:
“Causas Célebres”

La prisión de Newgate fue famosa por el terror que albergaba en su interior, por sus ilustres moradores (entre los que podemos destacar al ya mencionado Jonathan Wild, del que Defoe escribió una crónica biográfica,  Jack Sheppard, que se fugó tres veces de ella y que publicó una autobiografía, que es atribuida a Defoe y el mismo Daniel Defoe se contó entre sus huéspedes, después de permanecer tres días en la picota –exposición pública de un reo al que las gentes que pasen por ahí le arrojan piedras y otros objetos, si bien Defoe había publicado en esos días su poema Himno a la picota y el público le arrojaba flores-), por su incendio ocasionado en la revuelta de 1780, nueve años antes de otra gran revuelta que en París termina con la Bastilla, en la que participó el poeta William Blake: “nubes hambrientas vagan en las profundidades…” y por los calendarios que publicaba.
Hacia mitad del siglo XVIII aparece el primer Calendario de Newgate, cuyo objetivo es contar las vidas de los prisioneros más famosos de la cárcel, llevaba como subtítulo el sangrante registro de los malhechores. Consistía en un boletín mensual publicado por el director de la prisión. Algo más tarde otros editores hicieron suya la idea hasta que en 1774 apareció una edición en cinco volúmenes que se convirtió en el modelo estándar de El Calendario de Newgate. A principios del siglo XIX salieron otras dos ediciones.
El Calendario se convertirá en un modelo a seguir por las publicaciones denominadas “Causas Célebres”. Se trata de unas crónicas de la vida de delincuentes y, sobre todo, de sus actos criminales, narrados de manera “dramática” y minuciosa siguiendo las actas de los juicios con fuertes dosis de sensacionalismo y estilo novelero. Estas “causas” se llamaron, en realidad, Dramas judiciales. Causas Célebres criminales y correccionales. Tal y como se llama, por ejemplo, el volumen publicado en Madrid en el año 1849 por el editor Ramón Rodriguez. En dicho volumen, y a manera de justificación, se dice lo siguiente:
“Mucho se equivocaría el que al recorrer las páginas de esta obra, nueva en su género, creyese que abrigamos la intención de erigir un monumento al crimen, y de presentar como héroes a los que han sido azote y oprobio de la humanidad. Nuestro objeto es más noble y más importante, pues la narración de los hechos abominables presentados bajo el punto de vista de su causa definitiva, de sus consecuencias y de su expiación, envuelve una muy útil enseñanza respecto a la influencia de las costumbres que exaltan o reprimen las pasiones, y acerca de las mejoras que aconseja y reclama el estado de nuestra sociedad”.
Es decir, que la finalidad de dicha publicación, y de otras muchas tanto en España como en Francia, Bélgica, etc. es la de servir de escarmiento. Pero también se nos asegura que “la relación sucinta, pero concienzuda, dramática, pero verdadera, de los procesos célebres que han llegado a ser en cierto modo históricos, no puede menos de agradar a los que solo buscan en la lectura una distracción o un alimento a su curiosidad”. Por lo tanto lo que se busca en realidad es servir de distracción: se trata pues de historias noveladas sensacionalistas, verídicas y que no dejan indiferente al lector.
Pero es que, además, las “causas célebres” eran de dominio público, historias que se narraban de viva voz y que eran patrimonio de todos, como dijo Emilia Pardo Bazán, "una causa célebre es del dominio general" (Obras Completas. Tomo III, pág. 1382). Esos casos reales, que se reflejaban en los volúmenes publicados expresamente, o en los periódicos, se leían o se contaban en las largas noches de invierno al calor del fuego.
Para ilustrar lo que es una causa célebre con calidad literaria se puede leer El clavo, de Pedro Antonio de Alarcón. Incluso se puede descargar en la página del instituto Cervantes Virtual.
La fotografía que ilustra esta entrada es de la nueva cárcel de Newgate después de la reconstrucción realizada a raíz del incendio de 1780. Fue obra del arquitecto Jacques Blondel que se refería a ella como “arquitectura terrible”, (casi sin ventanas, cadenas grabadas en su puerta principal, fachada almohadillada, simetría perfecta...) que nos habla más de una fortaleza en la que los horrores de su interior no pueden salir a la luz. Hoy el lugar –Newgate Street en el cruce de Old Bailey, en pleno centro de Londres- se alza el Tribunal Penal Central, más conocido por El Viejo Bailey


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lunes, 24 de diciembre de 2012

Camilleri y Montalbano


Fotografía tomada la la página oficial de Camilleri:

Andrea Camilleri es un siciliano muy orgulloso de serlo, tiene, además, como maestro a otro siciliano de pro, Leonardo Sciascia. Su vida ha sido dedicada a la cultura: profesor de arte dramático, guionista, director teatral, con montajes sobre obras de Luigi Pirandello, Eeugène Ionesco, T. S. Eliot, Samuel Beckett, y de televisión, para la que hizo una serie sobre el comisario Maigret.
En 1978 publica su primera novela, El curso de las cosas, la primera de una serie de novelas ambientadas en la Sicilia de fines del siglo XIX, que pasa desapercibida hasta su reedición en 1997 ya en la editorial con la que alcanzará la fama, Sellerio. En 1994 creó su personaje más famoso, Salvo Montalbano, he escogido el nombre de Montalbano –nos dice- porque es uno de los más comunes en Sicilia y también como homenaje a Manuel Vázquez Montalbán..., del cual es un gran admirador (quien esté interesado en este aspecto puede leer el artículo de Enric Juliana, “Montalbano contra Montalbán” para La Vanguardia del 31 de julio de 1998).
Amante de la novela policíaca, toma a Simenon y lo desmonta para realizar sus guiones de televisión, contó con el consejo de Diego Fabbri (dramaturgo que en 1955 escribió Proceso a Jesús, inspirado en un nuevo juicio realizado por unos jueces anglosajones que se trasladaron a Jerusalén en pleno siglo XX. Jesús fue absuelto. Fabbri se inspiró en las voluminosas actas de este juicio para realizar su obra): Diego Fabbri me ha enseñado cómo desmontar un giallo de Simenon y volverlo a montar para la televisión.
Y luego llegó Montalbano. La primera obra sobre él es La forma del agua (1994), donde Montalbano era, de momento, una función, no un personaje con todos los atributos, como nos dice. Será en El perro de terracota, para mí la mejor de Montalbano, donde lo define como persona y cuando al autor se llena de él.
Después vendrán los demás: El ladrón de meriendas, la voz del violín… Por no hablar ahora de las novelas no policíacas centradas en la Sicilia del sigo XIX, cuyo humor es tan explosivo que uno no para de reírse desde el principio hasta el fin, además de aprender muchas cosas sobre la sociedad siciliana.
Pero hemos leído en algún lugar que Camilleri se quiere deshacer del personaje buscándole una muerte digna, no quiere que nadie lo retome cuando él desaparezca. Eso si, mientras tanto, afortunadamente, nos suministra un pasado de Montalbano y aparece El primer caso de Montalbano, acompañado de otras dos narraciones cortas. Pues bien, aprovechando la aparición de dicha historia escribí una carta dirigida al personaje que fue publicada hace poco en Lagangsterera. En ella termino rogando al señor Camilleri que no deje de seguir contándonos sus historias, que nos encantan[i].



[i] Estimado señor Salvo Montalbano
He conocido a través de Andrea Camilleri, la persona que nos cuenta su vida, cómo fue su primer caso en Vigàta y la verdad es que estoy impresionado. Los motivos de dicho sentimiento son muy variados, empezando por que he sabido que sus aventuras policiales empezaron hacia 1985 y que, además, no se iniciaron en su querido pueblo, sino en Mascalippa en las montañas de Trinàclia, en donde parece, según usted, que ya no pastan los rebaños de Helios. Allí actuó a las órdenes del comisario Libero Sanfilippo, con el que usted ya tuvo un encuentro allá por los años estudiantiles, estando entonces en frentes diferentes. Lo cual no opta para que le haya enseñado mucho de lo que usted sabe, aunque algunos de dichos preceptos, como el que parece que repetía “…si te dejas llevar por cualquier reacción, turbación, horror, indignación, compasión, estás completamente jodido”, no lo siguió usted a rajatabla, pues como todos sabemos se deja llevar, afortunadamente, por esa gran humanidad que esconde tras un genio a veces insoportable.
También nos ha enseñado el señor Camilleri que antes de Livia, lo que, conociendo su temperamento, nadie poníamos en duda aunque usted nunca nos lo había contado directamente, existió otra amiga llamada Mery, compañera de universidad que posee los mismos gustos culinarios que usted, pues según nos dice “si mientras comes con fruición no tienes a tu lado quien coma con la misma fruición el placer queda como oscurecido, disminuido”. Y, hablando de comidas, hemos tenido la primera visión de la Trattoria San Calogero, lugar de culto desde la primera visita y cuyo dueño está en la misma órbita que usted, pues basta una mirada cargada de inteligencia para que el señor Enzzo participe de su sentir.
También ocurre lo mismo con los personajes a los que su amigo Camilleri nos tiene acostumbrados: Aguello, Fazio…, Catarella, el entrañable y animoso pilicia encargado (por enchufe) de la centralita, aun no está personalmente en persona. Pero si está Zito, ese honrado periodista de ReteLibera con el que inmediatamente congenia usted y que tantos favores (en el buen sentido de la palabra) le debe. Se conocieron en el juicio-farsa, como dijo él, que se seguía contra el hijo pijo y gamberro de un mafioso importante. Tema delicado, señor Montalbano, ese de la Mafia pero que usted lo trata con una seriedad que deja impactado, sabiendo poner las cosas en su sitio y, sin ofender a nadie, dar a cada uno lo que se merece.
La historia que nos cuenta su amigo Camilleri expresa el mismo ambiente al que estamos acostumbrados aunque no exista ningún crimen y, creo yo, señor Montalbano, que no era necesario que el señor Camilleri se disculpara en nota al final de la historia, los que le conocemos sabemos que cuando hay escenas de violencia extrema usted “se rebela” y le dice al propio Camilleri que se quiere salir de la historia. No sólo el ambiente, también expresa esta primera aventura el mismo humor e ironía que en todas las que vendrán después: “una entrevista con un subsecretario que consiguió hablar durante diez minutos (en la televisión) sin que nadie se enterara de qué estaba hablando” y es que los políticos profesionales que viven del cuento o a costa de la política, a usted, como a muchos de nosotros, no le caen bien.
Y hablando de humor. Su primera aventura va acompañada de otras dos, la primera, Siete lunes, rezuma una ironía tremenda y un humor que nos empuja una y otra vez a la risa. Uno se lo pasa muy divertido leyendo sus historias, señor Montalbano. Por eso, cuando leemos en algún lugar que el señor Camilleri piensa que sus días están llegando al final nos entristece y, ávidamente, empezamos a releer sus historias, pensando incluso en rebelarnos exigiéndole al señor Camilleri que no nos prive de usted.
La otra historia que también acompaña a El primer…, se llama Regreso a los orígenes. En ella se nos cuenta cuando usted logró desentrañar un misterioso intento de secuestro de una niña tres años con algún mafioso detrás y con gente honrada también.
Señor Montalbano, siento ponerme pesado con cosas que usted, lógicamente, ya conocía, pero yo no y le escribo para felicitarle por lo bien que me lo he pasado leyéndolas, por lo que espero seguir leyéndolas.

Nota: este artículo se publicó en la primera etapa de Liberty, el miércoles 16 de mayo de 2007


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viernes, 21 de diciembre de 2012

Los orígenes de la novela policiaca




Cuarta parte:
Prensa y literatura popular

Pero antes de hablar de las “Causas Célebres” veamos el soporte que les da cobertura.
Como hemos visto, nos encontramos en ciudades que crecen rápidamente, que se masifican en las que se desarrolla un ambiente de misterio, de libertad (evidentemente no para los obreros), horror y fantasía y... con periódicos, que no nacen ahora, pero sí que crecen. Parece ser que el primer periódico diario que surgió, no se si en el Mundo o en Europa, fue el Daily Courant que lo hizo en Inglaterra a principios del siglo XVIII (1702). Pero no es este el lugar, ni yo el apropiado, para hacer una historia del periodismo. En el siglo XVIII se editaban dos tipos de periódicos, unos con lenguaje culto, de precio elevado y muy cuidados; otros de lenguaje más popular, no tan bien cuidados y baratos.
A partir del momento en el que el Parlamento británico decide celebrar sus sesiones a puerta cerrada, muchos periódicos comienzan a escribir de manera crítica e irónica, apareciendo entre sus temas preferidos los políticos y sociales. Daniel Defoe colaboró en algunos de estos periódicos además de publicar panfletos, actividad que le llevó a presidio y a punto estuvo en ser “ajusticiado”. Dicen las crónicas que Defoe se hizo pasar por el Capitán Charles Johnson, autor del libro Historia general de los robos y asesinatos de los más famososo piratas para narrar las vidas, más que asesinatos, de foragidos del mar, entre otros de aquellos piratas libertarios que crearon en el norte de Madagascar la comunidad de Libertalia, Misson y Caraccioli. También Defoe, allá en 1725 publicó un relato sobre el criminal Jonathan Wild (un individuo que se hacía pasar por policía para controlar una de las bandas de delincuentes más importantes de Inglaterra. No sabemos si Vidocq, otro transformista, se inspiró en él), ejecutado en la horca en ese mismo año.
En las primeras décadas del siglo XIX aparece en la prensa la narrativa follentinesca, es decir la publicación de novelas como sección fija de algunos periódicos. En un principio no eran novelas sino crítica teatral y de libros, pero después aparecen las novelas. Por ejemplo, el 5 de agosto de 1836 empieza la publicación del Lazarillo de Tormes en el periódico Le Siècle. Después ya vendrán las novelas de Alejandro Dumas, Honorato de Balzac… A esta modalidad de dar a conocer novelas hay que añadir las “novelas por entregas” que, con una periodicidad establecida, se van distribuyendo, generalmente por suscripción, los diferentes capítulos de una novela.
Las características más destacadas de estas novelas (folletín y entregas) es que se trata de narraciones melodramáticas con temas y argumentos dirigidos a las clases populares, con rasgos ideológicos esquemáticos y personajes maniqueos. Lo importante es que se crea una fuerte tensión al final de cada capítulo, buscando la continuidad del lector, además de su complicidad, elementos que van a pasar a la novela policiaca.
La crónica que Defoe realizó sobre Jonathan Wild no era una novedad, las biografías de delincuentes era un género existente y muy apreciado por el público: es el morbo por el lado oscuro de la naturaleza humana. Las historias de estos criminales, que en su gran mayoría, proceden de las clases pobres, que van perdiendo la inocencia por influencias de las amistades, en las que la violencia, el sexo y el crimen están a la orden del día y, si además tienen un “justo” final (arrepentimientos, ajusticiamientos, perdones…), el impacto en el público es mayor. Es más, su interés no ha decaido, ver por ejemplo la novela de David Liss, Una conspiración de papel (2001 y 2002) donde aparece Jonathan Wild como personajes secundario.


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domingo, 16 de diciembre de 2012

Vidoc, entre el mito y la realidad





Segunda parte:
Una vida muy aventurera

Eugène François Vidocq vivió unos años convulsos. Nace el 23 de julio de 1775, momento en que se inicia la guerra de independencia en las colonias inglesas de Norte América y cuando Francia está iniciando su revolución industrial. Pero, a pesar de esta revolución industrial, son malos años. A partir de 1770 la coyuntura económica es de verdadera crisis: superproducción, malas cosechas, aumento de la circulación de oro procedente de las minas de Brasil, todo ello causa inestabilidad en los precios y las empresas sufren las consecuencias: aumento del paro, de los problemas sociales y de la delincuencia. La competencia colonial lleva a Francia a enfrentamientos con Inglaterra y más tarde, ya en plena etapa revolucionaria, con otros países como Prusia, Austria y Rusia, amén de la invasión de España con el fin de dominar tanto sus colonias como las portuguesas.
Muere Vidocq el 11 de mayo de 1857. Contaba ochenta y dos años. Napoleón III, el “sobrino”, ya se había convertido en “la caricatura del tío”. Hasta entonces vivió la Revolución de 1789, el Imperio Napoleónico, las guerras de expansión, la Restauración, los Cien Días, la Segunda Restauración, la Revolución de 1830, la Revolución de 1848 y la definitiva consolidación en el poder de la burguesía a través del “sobrino”. En todos estos acontecimientos toma parte activa de una manera u otra.
Desde la más tierna infancia da muestras de sus habilidades: a los ocho años, yo era el terror de los perros, de los gatos y de los niños de la vecindad; a los trece manejaba bastante bien el florete y era difícil descolocarme en un asalto. Don Juan, ladrón, pendenciero, militar, desertor, corsario, presidiario, experto en fugas (poseía un verdadero don para el disfraz), estafador, bandolero… Hasta que, un día, cansado de esconderse de la policía y de otros ladrones, decide pasarse al otro bando. A los treinta y cuatro años se convierte en soplón de la policía y, pocos años más tarde, en policía a sueldo hasta que es nombrado director de una Brigada de Seguridad creada por él y que será el núcleo original de la Sûreté Nationale.

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sábado, 15 de diciembre de 2012

Un tal Maigret



Fotografía tomada de un buen

Cuarto
y último (de momento)

Las crónicas que nos ha legado Georges Simenon son la historia de una vida dedicada a vivirla. De un oficio que, no nos engañemos, sólo existía en su mente privilegiada. Estas historias revolucionaron la novela policíaca. Cuando Simenon empezó a contarnos la vida de Maigret, la novela enigma pesaba aún mucho, el misterio dominaba y el juego limpio era el saco en el que los autores se permitían meter todo aquello que, al final, iba a servir de algo. Arsenio Lupin, el competidor de Sherlock Holmes, esos personajes míticos y heroicos más allá de lo humano, entusiasmaban a las gentes. Por eso, la aparición de este antihéroe, gordito, bonachón, que se enfadaba con la estupidez de los “descarriados”; muestra unos nuevos caminos. "¡Qué lejos estamos de la novela policíaca!"[1]. Ya no son los héroes, los casi inmortales, ahora se trata del hombre de carne y hueso. Las crónicas de Simenon nos ponen en contacto con el drama concreto. No importa que Simenon muchas veces respete las normas de la narración policíaca, pues cuando lo hace nos enseña otra manera de hacerlo, es decir, está creando una novela policíaca nueva que, da igual el adjetivo de psicológica con el que algunos la adornan, se trata de Literatura, aunque él la llamara "semiliteratura". De buena novela policiaca, sin más.



[1] THOMAS NARCEJAC. Obra señalada, pág. 65.


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viernes, 14 de diciembre de 2012

Los orígenes de la novela policiaca


Imagen tomada de la

Tercera parte:
Romanticismo y novela gótica

A finales del siglo XVIII, en Inglaterra y Alemania, y luego en el resto de países occidentales, surge una nueva estética que huye de aquellas normas impuestas por la Academia, las que decían no sólo lo que era el arte, sino también cómo se debía de concebir, dejando escaso margen, si es que había alguno, a la libertad de creación. Esa nueva estética se manifiesta conflictiva y dinámica frente a la armónica y estable del neoclasicismo, intuitiva frente a racionalista. Presenta una naturaleza agreste de paisajes alejados de lo cotidiano frente a aquella otra estilizada, así aparecen el mar embravecido, el cementerio misterioso, la naturaleza tormentosa… Una estética que sitúa al yo en el centro del universo, que prefiere la intuición a la ciencia, el idealismo al materialismo, la subjetividad del individuo a la objetividad del colectivismo pues desconfía de lo común, vulgar. Nos referimos al Romanticismo.
Es en este momento cuando aparece una novela titulada El castillo de Otranto (1765), de Horace Walpole, la historia de una maldición a raíz de la usurpación del castillo por los Manfred. Cargada de misterios, magia, fenómenos sobrenaturales y pasiones encendidas. Es el principio de una literatura que ha venido llamándose gótica, porque las historias se centran en castillos o monasterios medievales. No es esta literatura romántica propiamente dicha, pero algunos ingredientes del romanticismo si que tiene: atmósfera de misterio y suspense en un marco sobrenatural, fuertes emociones –incluso cierto erotismo implícito- sus personajes están por encima de las generalidades. Todo ello en ambientes tenebrosos: cementerios, tormentas, castillos misteriosos (en los que hay pasadizos secretos, mecanismos endemoniados…). Y misterio, mucho misterio. Además, claro está, de añadir un elemento muy suyo: el terror. Algo que será dominante a lo largo de la historia de este tipo de novelas. Así ocurrió con la mencionada de Walpole y así ocurrió con otras más: El Monje (1796), de Matthew Gregory Lewis; el Manuscrito encontrado en Zaragoza (1805-1816), de Jam Potocki, llevada al cine por el polaco Wojciech (1965), una película excelente, según Buñuel. La crítica considera, con buen criterio, que la novela titulada Melmoth el errabundo (1820), de Charles Maturin, como la obra que concluye el género. A pesar de ello, novelas como El mayorazgo (1817), todavía dentro de la fecha oficial, Vampirismo (1821), las dos de E.T.A. Hoffmann; Carmilla (1872), de J.S. Le Fanu, que dio origen al Drácula (1897), de Bram Stoker; Frankestein o El moderno Prometeo (1818), de Mary Shelley, también dentro de la fecha oficia, y otras muchas más, aunque fuera de la época, se pueden considerar, al menos en parte, como novelas góticas.
Bueno, terminara en 1820 o en un siglo después (La torre de los siete jorobados, publicada en 1920, de Emilio Carrere), la novela gótica, con sus misterios, su intriga, su suspense, su terror, su pasión… es un claro antecedente de la novela policiaca. Sin ella no se puede entender a Poe ni a Conan Doyle. Lo mismo que sin el Romanticismo, no se puede entender a los dos anteriores ni, por ejemplo a La piedra lunar (1868 por entregas y como pieza teatral en 1877) que, aunque muy alejada de la primera aparición de Los crímenes de la calle Morgue (1841), de Poe, o de El clavo (1853), de Pedro Antonio de Alarcón, los hay que la consideran la primera novela policiaca, claro que en Inglaterra.
Con la aparición de los relatos que hablan de crímenes, no podía dejar de interesar al público las historias de malhechores de carne y hueso. Sus historias son contadas muchas veces a través de los propios jueces o abogados y, por supuesto, en el nuevo soporte que había aparecido en el siglo XVIII: el periódico diario. Nos referimos a las “Causas Célebres”.


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